Toribio: el genio olvidado que se adelantó a Chaplin, la ciencia ficción y el surrealismo.


Recupero este texto publicado en la tristemente desaparecida Notodo en febrero de 2017.


Si en una ciudad como Santiago de Compostela sales a la calle y preguntas por Toribio lo más probable es que piensen que quieres comprar una escopeta en la famosa armería de plaza de Galicia. Ni si quiera preguntando entre los más ancianos creo que fuera fácil encontrar la respuesta que buscamos: “ ¡Hombre, Toribio!¡El actor de cine mudo!”. Incluso Buñuel que cuenta en “El último suspiro” que creció viendo sus películas tiene dificultades para dar datos concretos sobre este personaje:

«Casi no recuerdo las películas que vi durante aquella época y a veces me confundo con otras que vi luego en Madrid. Pero recuerdo a un cómico francés que siempre se caía y al que en España se llama Toribio (¿sería, quizá, Onésime?)«

Luís Buñuel

No queda bonito corregir a un master del universo como Buñuel pero Toribio no era Onésime (Ernest Bourbon) sino André Deed, también conocido en Francia como Boireau, en Italia como Cretinneti y en el mundo anglófono como Foolshead. Y es que años antes de que surgieran las grandes figuras del slapstick como Charles Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd, André Deed ya andaba por París dando mamporrazos y jugando con tartas de crema.

Toribio era un acróbata y cantante de orígenes humildes. Provenía del mundo del circo y el vodevil. Su humor estaba muy influenciado por el augusto circense, el clásico payaso tonto y patoso que siembra el caos por donde pasa. Cuenta la leyenda que sus primeros pasos en el cine los da de la mano de Méliès. Se le atribuye el papel protagonista en cortos como “Dislocation mystériouse” (1901) y Méliès lo menciona elogiosamente en sus memorias. Sin embargo, en una entrevista de 1915 al “Heraldo de Aragón”, André Deed afirma que su primer trabajo en el cine fue “La course à la perruque” (1906) ya con la productora Pathé.

Yo era clown… Trabajaba en Chatelet y Follies. Un día vinieron a decirme que sí quería hacer un papel cómico corriendo por las calles de París para la casa cinematográfica Pathé. Me daban ocho francos por correr detrás de un omnibus… Encontré muy cómodo, bien pagado y divertido mi nuevo oficio. Luego, un día, un actor cómico de la casa enfermó cuando tenía que hacer un gran film y yo me encargué del personaje. ¡Ahí empezó mi carrera cinematográfica!

André Deed «Toribio»

Lo haría interpretando al personaje cómico Boireau. El primero del mundo en tener su propia saga de cortometrajes. También en esta etapa con Pathé trabajó bajo la dirección de otra leyenda de los efectos especiales: Segundo de Chomón, el méliès español. Gracias a él aprendió muchos de los trucajes que luego usaría en sus propias películas. En 1909 ya se había hecho un nombre importante dentro de la industria y se marcha a Turín para trabajar con la productora Itala, donde además de actuar le permiten dirigir sus propios cortos. Toribio se convierte en la primera gran estrella de cine de la historia. Le salieron imitadores por todo el mundo, En aquellos años ni siquiera Max Linder, al que Chaplin consideraba su principal maestro, estaba a su altura.

En 1912-1913 hizo una gira internacional por Europa y Sudamérica. Se paseó por teatros de todo el mundo con un innovador show en el que mezclaba la interpretación de sketchs en directo con las proyecciones de sus trabajos cinematográficos. Algunos periodistas de la época se sorprendieron de que alguien tan divertido en pantalla fuese tan sombrío y melancólico en persona. Él mismo declaraba:

Soy un hombre triste y aburrido, pero observe usted que casi todos los artistas cómicos en la intimidad somos así. Cuando tengo que buscar a un artista para mis films cómicos no contrato jamás a uno que haga reír en el café. No, señor. Un artista muy serio, un triste, ese es el buen artista cómico que hace reír… Y es que nada hace reír como el movimiento forzado.

André Deed «Toribio»

El fotógrafo Campúa aprovechó su paso por España para hacerle un reportaje para la revista “Mundo Gráfico” en la que representa una serie de gags visuales con máquinas de una imprenta que recuerdan a la posterior“Tiempos modernos” de Chaplin.

Por desgracia muchas de sus películas están desaparecidas. Se supone que eran cortos sencillos de humor físico, caídas, porrazos y destrucción sin límites. Sin embargo alguna de las piezas conservadas tienen mucha más chicha.

Aunque todavía faltan casi diez años para la invención del surrealismo, “Les incohérences de Boireau” (1912) es un ejercicio totalmente surreal. Una secuencia de disparates encadenados sin ningún tipo de sentido. Su influencia sobre Dalí y Buñuel es evidente. En el corto Toribio aparece durmiendo en una cama que flota sobre un chorro de agua, se levanta, dispara al aire y mata a un pez, pesca conejos en un lago, sale eyectado por un chorro de agua y cae al interior de una casa atravesando una chimenea. Una vez dentro se viste con la ropa que roba a un señor pintado al óleo en un cuadro, se ducha en una pequeña fuente y diseca a un pato por arte de magia.

En “Come fu che l’ingordigia rovinò il Natale a Cretinetti” (1910) también se percibe su ingenio y sus dotes para la fantasía. Narra un sueño en el que Papá Noel lo arrastra al cielo tirándole de una oreja mientras vuela. Allí nos encontramos a unos ángeles trabajado en su fábrica de juguetes. Toribio, como de costumbre, empieza a tropezar con todo y destruir las instalaciones celestiales. Tras casi acabar con la vida de Papá Noel al derrumbar una pared, un pequeño ejército de demonios aparecen y se lo llevan al infierno para hervirlo en una olla como una tribu de caníbales.

También resulta bastante bizarro el tema de “Una strana avventura di Cretinetti” (1911) donde tras ser secuestrado por una grotesca y cariñosísima señorona negra (un señor travestido pintado de negro en realidad), Toribio aparece rodeado de hijos con medio cuerpo negro y medio blanco. Aún faltaba tiempo para que las relaciones interraciales estuvieran normalizadas.

“Cretinetti al cinematografo” (1911) es probablemente el primer ejemplo de cine dentro del cine de la historia. Un corto breve en el que Toribio entra en un cine y empieza a hacer tropelías como voltear la imagen de la pantalla para cabrear a los espectadores.

La llegada de Primera Guerra Mundial trunca su carrera. Aunque pensaba librarse gracias a su corta estatura, lo llaman a filas obligándole a un parón de varios años en los que el personaje queda completamente olvidado.

En los años veinte intenta volver al redil con el ambicioso proyecto de dirigir en Italia una trilogía de largometrajes de corte fantástico: “Il documento humano” (1920), “L’uommo meccánico” (1921) y “Lo strano amore di Mado”. La tercera jamás llegó a realizarse, la primera es inencontrable y de “L’uommo meccánico” sólo se conservan 26 minutos de un total de 80. Se trata del primer largometraje de robots de la historia del cine. Sólo una vez, en un corto protagonizado por Houdini titulado “The master mistery” (1919), había aparecido con anterioridad un androide en celuloide.

“L’uommo meccánico”

“L’uommo meccánico” tiene el mismo carácter delirante de los anteriores trabajos de André Deed. El robot, que podría ser el tatarabuelo de Bender , está manejado a control remoto por Mado, una supercriminal que vigila sus movimientos desde una centralita con circuito de televisión mientras acciona todo tipo de botones y palancas. Una idea sorprendente teniendo en cuenta que todavía no se habían realizado ni las primeras emisiones televisivas. Mado usa al robot para robar cajas fuertes, atracar casas y perpetrar todo tipo de crímenes. En una de las escenas más locas de la peli, mientras el robot persigue un coche haciendo gala de su supervelocidad, Mado sufre un cortocircuito en la central y el robot queda a su libre albedrío. El autómata parece más inclinado al amor que al crimen e irrumpe en una fiesta de disfraces donde se enamora de una chica y se convierte en el protagonista del evento. Pide una botella de champán y se pone a invitar a la peñita del salón. Sólo hay un problema: la chica que le gusta tiene novio y cuando ve que el robot le está metiendo mano se arma una bronca que acaba a tiros. Los humanos descubren que no están ante un ingenioso disfraz sino ante un peligroso engendro mecánico. Informado de la peligrosa presencia del monstruo en la fiesta, el científico loco que lo inventó envía otro robot para que pararle los pies en una batalla a muerte al más puro estilo pelea de mechas japoneses.

Sería la última película de André Deed como director. Todo parece indicar que fue un estrepitoso fracaso. La decisión de no realizar la tercera parte de la trilogía, el nuevo parón de su carrera tras el estreno y su retorno a Francia así parecen indicarlo. Era un producto demasiado adelantado para la época. Una mezcla de ciencia ficción, comedia y terror que no empezaría a normalizarse hasta muchos años más tarde.

Durante las últimas décadas de su vida sólo realiza pequeños papeles sin importancia de forma esporádica. Se dice que acabó sus días pobre y olvidado, trabajando como mozo de almacén en Pathé, la misma productora de lo vio nacer como estrella, hasta morir en 1940.

A diferencia de Méliès jamás fue redescubierto ni reivindicado.